Antes de la guerra de Japón.
En las profundidades de las montañas nevadas del noroeste de Japón existe un asentamiento llamado Hitogata, en este lugar que tiene la extraña costumbre de adorar a una muñeca de arcilla llamada Hinna, una mujer es asesinada la noche de un festival.
Los aldeanos se refieren a este incidente como "La maldición de Hinna". Dicen que fue maldecida por adorar a Hinna a pesar de ser indigna.
Octubre de 1957.
Han pasado dos años desde el secuestro de Toko Kuchiki en el hospital. La hermana menor de Reiji, Yukari, salva a un hombre que intentó suicidarse. Es la víctima más reciente de la “maldición de Hinna”.
Reiji comienza su investigación, aferrándose desesperadamente a la esperanza de que Toko sigue viva.
Y al mismo tiempo, un extraño grupo religioso que se creía disuelto hace seis años comienza a moverse nuevamente para poner en marcha cierto plan…
La maldición caerá, ya sea por los dioses o por manos humanas.
© 2019 Innocent Grey
Datos generales | |
---|---|
Desarrollador: | Innocent Grey |
Plataforma: | Windows 7, 8, 10 |
Idioma: | Español (Subs) |
Género: | Fantasía, drama, misterio |
Contenido: | 18+ |
Gráficos: | 1280 x 720 |
Staff | |
---|---|
Traductor: | Greg |
Imágenes: | TBA |
Herramientas: | Varios |
QC/Test: | TBA |
Apoyo moral: | Everynyan |
Marzo, 1921...
Se llevaba a cabo un festival en los terrenos del santuario en el asentamiento de Hitogata, en las profundidades de las montañas de Toyama. El santuario Shigusa, aunque excesivamente grande para los terrenos del asentamiento, era el único santuario y a los residentes les resultaba útil.
Antes de que la sala de adoración fuera un lugar cerrado, estaba por el camino que conducía al santuario.
Los hermanos Hinagami, Shizuru y Yuzuru caminaban por los terrenos examinando las gradas. Ya eran demasiado mayores para disfrutar del festival, pero disfrutaban viendo a la gente divertirse.
—Es agradable ver este lugar tan animado —murmuró la hermana mayor, Shizuru—. ¿No creen?
—Supongo —dijo Yuzuru sin mucho entusiasmo—. Claro, son las mismas personas de siempre.
—Es obvio. Nadie viene desde el exterior. Pero igual hay algunas cosas que ver, ¿no crees?
Shizuru miró a una zona no muy lejos. Yuzuru miró en la misma dirección. Un par de mujeres con kimonos más glamorosos que de costumbre caminaban hacia ellos. Aunque las mujeres quizás eran demasiado jóvenes para ser consideradas "glamorosas".
—¿Oh?
El mayor las miró.
—¿Creen que el heredero de la familia Hinagami debería estar perdiendo el tiempo por aquí?
—Eso no importa —respondió Shizuru.
—Creí que los Shigusas estaban aún más ocupados —dijo, no a la chica que le habló a él, sino a la que estaba a su lado.
—Aún hay tiempo antes de la ofrenda —respondió la chica, Miya Shigusa.
—Además, no tengo ninguna responsabilidad este año desde que Saya baila. Así que disfruto el festival con Chikage.
Miya miró a la chica mayor, Chikage Kuroya.
—¿Te importaría acompañarnos? —le dijo Chikage a Yuzuru.
—¿Eh? ¿Yo? —respondió Yuzuru.
—¿Quién más? —dijo Shizuru riendo—. Es tu prometida, ¿no?
—Pues sí...
Yuzuru miró a Chikage. Shizuru debía suceder a la familia, por lo que se decidió que Yuzuru se casaría en la familia Kuroya que no tenía hijo.
—Pero fue decisión de nuestros padres...
—Y ya sabes que no podemos oponernos a ellos, ¿no? —dijo Shizuru soltando un suspiro.
—¿No te quieres casar conmigo, Yuzuru?
Chikage miró la cara de Yuzuru.
—Hay algo que tengo que hacer antes de unirme a la familia Kuroya.
No mucho después abriría una escuela de medicina del gobierno en la prefectura vecina. No podía unirse a la familia Kuroya, los únicos médicos del asentamiento, hasta que estudiara allí.
—Bueno, vámonos.
Chikage jaló a Miya por la mano.
—Supongo que iremos juntos.
Shizuru sonrió irónicamente.
Poco después, el grupo entró a un lugar cerrado. A diferencia del animado festival, aquí todo estaba en silencio.
—Han llegado.
La voz de su padre, Hideomi, resonó.
—Pedimos disculpas.
Shizuru se sentó junto a Hideomi. Chikage a una corta distancia y Miya se fue tras bastidores.
Yuzuru se sentó junto a Shizuru y miró a su padre por el rabillo del ojo. Era el líder de la aldea, y ni su familia podía desobedecerlo. Incluso su hermano mayor, que llevaba una vida desinhibida, era dócil ante Hideomi.
Los dos chicos observaron en silencio el baile realizado por Saya Shigusa.
El Templo Shigusa se encontraba en las montañas del norte, en una parte del asentamiento conocido como Atohinna.
Saya, la segunda hija del sumo sacerdote, Yoshimitsu, salió de la oficina del santuario donde vivía desde la entrada trasera. Sostenía una pequeña mesa de comedor en sus manos y caminaba con cautela para asegurarse de que la sopa de miso no se derramara. Llegó al almacén después de una corta distancia y dejó la mesa por un momento.
—Con permiso. —dijo mientras quitaba el cerrojo de la puerta.
La puerta crujió cuando la abrió y la luz de las velas parpadeó.
—Le he traído su comida.
—Gracias.
La voz vino de una chica muy parecida a Saya.
Por favor, déjalo ahí.
La chica, Rika, señaló el piso de madera.
—Sí, bien.
Saya abandonó apresuradamente la mesa en el suelo cuando pudo apartar la mirada de los delgados y pálidos dedos de Rika.
—Gracias.
Rika mostró su gratitud una vez más.
—No, este es simplemente mi deber.
Saya inclinó la cabeza.
—Vendré a buscar la mesa más tarde. —dijo despidiéndose.
Corrió por el patio trasero del templo y regresó a la oficina. Su corazón latía con fuerza. Quizás porque había corrido, pensó.
—Saya.
Su hermana Miya se dirigió a ella.
—¿Qué pasa? —respondió después de recuperar el aliento.
—¿Cómo está nuestra invitada?
—Igual que siempre. —dijo Saya.
—Ya veo. Por cierto, Saya.
—¿Qué sucede?
—¿Tienes fiebre? Estás roja.
—No es nada. —respondió negando con la cabeza.
—Mientras estés bien... —dijo Miya, inclinando la cabeza hacia un lado.
Saya regresó a su habitación y exhaló. Esperó a que su respiración y pulso se desaceleraran. Tenía que ir a buscar la mesa pronto.
Debía calmarse antes de eso.
—Uf...
Después de exhalar varias veces, colocó las manos en sus mejillas, asegurándose de que su rostro ya no se sintiera caliente, antes de salir de nuevo.
—Señorita Rika. —llamó a la habitación.
La barra aún se se encontraba retirada de la puerta.
—¿Terminó de comer?
—Sí.
Abrió la puerta ante la voz de Rika. La chica yacía en el suelo de madera.
—¿L-Le ocurre algo?
Saya corrió hacia Rika.
—Estoy llena. —murmuró Rika.
—Por favor no me asuste así. —dijo Saya, suspirando de alivio.
—Je, je...
Rika rodaba por el suelo. La falda de su kimono estaba desaliñada y sus piernas expuestas hasta los muslos.
—N-No debe ser tan inmodesta.
Saya agarró la falda de Rika y la cubrió, a pesar de que estaba fascinada por sus pálidas piernas desnudas.
—Je... —rio Rika—. No importa mientras nadie esté mirando, ¿verdad?
—Sí importa, así que siéntese bien.
—No eres divertida. —dijo, aunque se arregló la falda y se sentó correctamente.
—Oye, Saya...
—¿Sí? —respondió Saya, limpiando la mesa.
—Quiero ir afuera.
—Eso es...
Saya parecía no poder encontrar las palabras correctas.
—No tengo la autoridad para decir nada al respecto.
—Lo sé. —dijo Rika riendo.
—Pero pronto tendrás que saludar a la familia Hinagami. Cuando llegue ese momento, podrás salir...
—Lo espero con ansias.
Saya salió del almacén, con la sonrisa de Rika detrás, y volvió a colocar la barra en la puerta.